En contra de las reiteradas afirmaciones de los talibanes de que respetarían los derechos de la población afgana, el documento publicado, Afghanistan’s fall into the hands of the Taliban, describe una larga lista de abusos contra los derechos humanos, entre ellos, homicidios selectivos de civiles y soldados que se habían rendido, así como el bloqueo de la ayuda humanitaria en el valle de Panjshir, que constituyen crímenes de derecho internacional. Además, se han vuelto a imponer restricciones a las mujeres, la libertad de expresión y la sociedad civil.
En sólo cinco semanas desde que asumieran el control de Afganistán, los talibanes han demostrado claramente que no están dispuestos realmente a proteger o respetar los derechos humanos. “Hemos presenciado ya una oleada de violaciones, desde ataques de represalia y restricciones a las mujeres, a la represión de protestas, los medios de comunicación y la sociedad civil”, ha declarado el director adjunto de Amnistía Internacional para Asia meridional.
“Ante el clima imperante de temor, la falta de conexión de telefonía móvil en muchas zonas y los cortes de Internet a manos de los talibanes, estas conclusiones son probablemente una simple instantánea de lo que está ocurriendo sobre el terreno. El Consejo de Derechos Humanos de la ONU debe crear un mecanismo fuerte e independiente cuyo mandato sea documentar, recoger y conservar pruebas de los crímenes de derecho internacional y otras graves violaciones de derechos humanos que se están cometiendo en todo Afganistán.”
Clima de temor para los defensores y defensoras de los derechos humanos
Desde el 15 de agosto, se han registrado ataques a defensores y defensoras de los derechos humanos casi a diario. Los talibanes están llevando a cabo búsquedas de personas defensoras de los derechos humanos puerta a puerta, lo que obliga a muchas a esconderse.
Un equipo de investigación ha entrevistado a Mahmud*, un defensor de los derechos humanos que ha logrado huir del país. Mahmud ha explicado que, el día que los talibanes entraron en Kabul, recibió una llamada en la que le pedían que entregara los vehículos, el quipo y el dinero de su organización. Quien le llamaba sabía su nombre y le advirtió que no tenía otra elección que cooperar.
Durante los días siguientes, Mahmud recibió más llamadas telefónicas y mensajes de WhatsApp, para pedirle su dirección postal y comunicarle que querían reunirse con él en lugares designados. Los talibanes habían pegado a dos compañeros de su ONG. Las imágenes compartidas por uno de sus compañeros de trabajo, que Amnistía Internacional y un perito patólogo han verificado, muestran las típicas marcas de haber recibido azotes en la espalda y hematomas amarillentos en el brazo izquierdo de la víctima.
La amenaza a la que se enfrentan las personas defensoras de los derechos humanos atrapadas en Afganistán es real. Son objeto de ataques porque se las considera enemigas de los talibanes. Allanan sus oficinas y domicilios. Golpean a sus compañeros. Se ven con la obligación de esconderse. Viven bajo la amenaza constante de arresto, tortura o algo peor. “Quienes han logrado salir del país están ahora atrapados en campamentos militares o en países vecinos, sin saber cuál será su destino final ni cómo podrán reconstruir sus vidas destrozadas de la noche a la mañana”, ha declarado Delphine Reculeau, directora de programa del Programa de Defensores de Derechos Humanos de la OMCT.
“La comunidad internacional debe respetar sus compromisos morales y políticos y no fallar a las personas que han dedicado su vida a defender los derechos humanos, la igualdad de género, el estado de derecho y las libertades democráticas en su país, sino que debe protegerlas a toda costa.”
Persecución de periodistas
Dos periodistas de Kabul con las que ha hablado Amnistía Internacional han denunciado las amenazas e intimidaciones que sufrieron después de que los talibanes tomaran el poder. Ayesha*, quien ha huido de la capital tras las advertencias de su entidad empleadora de que su vida estaba en peligro, ha explicado que los talibanes habían visitado a su familia tras su huida, y que la habían amenazado después de informarles de que ya no se encontraba en casa.
Aadila* ha descrito las dos primeras semanas de gobierno talibán como un periodo de miedo e incertidumbre. En un primer momento, había decidido quedarse en Afganistán y continuar con su trabajo, hasta que una noche los talibanes fueron a su casa y preguntaron por ella. Tras la insistencia de sus familiares, dejó el país poco después.
Abdul, un periodista, ha explicado que editores, editoras, periodistas y personal de medios de comunicación han recibido instrucciones de los talibanes de que solo podrían trabajar de acuerdo con lo establecido en la Sharia y las normas y reglamentos islámicos.
“No he vuelto al trabajo desde la caída de la república. Los talibanes vinieron a mi casa varias veces, pero me escondí. Desde el momento de la caída, nuestra oficina permanece cerrada”, ha declarado.
Mujeres, niñas y el derecho a protestar
Como consecuencia del clima de temor provocado por la toma de poder de los talibanes, muchas mujeres afganas ahora usan el burka, se abstienen de salir de casa si no es acompañadas de un hombre y han abandonado otras actividades para evitar violencia y represalias. A pesar de las múltiples amenazas que se presentan ahora contra sus derechos, las mujeres han organizado protestas en todo el país.
Aunque hayan permitido que algunas protestas continúen de forma pacífica, los talibanes han reprimido con violencia muchas de ellas. El 4 de septiembre, las fuerzas especiales talibanes dispersaron aproximadamente a 100 mujeres que protestaban en Kabul, efectuando disparos al aire y lanzando, según los informes, gas lacrimógeno.
Nazir*, un defensor de los derechos humanos, ha explicado a Amnistía Internacional que los talibanes golpearon brutalmente a su amigo Parwiz* por asistir a una protesta por los derechos de las mujeres el 8 de septiembre.
“A Parwiz lo detuvieron durante las protestas a favor de las mujeres del 8 de septiembre. Lo torturaron brutalmente. Le rompieron el brazo. Se lo llevaron a la comisaria [número de comisaria oculto]. Cuando los talibanes lo liberaron, le hicieron ponerse ropa nueva porque su ropa había quedado empapada de su propia sangre.”
El 8 de septiembre, el Ministerio del Interior, actualmente bajo el control de los talibanes, emitió la orden de prohibir todas las manifestaciones y reuniones en todo Afganistán “hasta que se codifique una política sobre manifestaciones”.
“La comunidad internacional no puede cerrar los ojos ante las violaciones que están cometiendo los talibanes. La adopción de medidas concretas en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU no solo enviará el mensaje de que no se tolerará la impunidad, sino que también contribuirá a prevenir violaciones a una escala más amplia. Esto debe ir de la mano del apoyo a la investigación en curso en la Corte Penal Internacional, a fin de garantizar la rendición de cuentas por los crímenes de lesa humanidad y los crímenes de guerra cometidos por todas las partes”, ha declarado Juliette Rousselot, responsable de programas de la FIDH para Asia meridional.
Información complementaria
*Para proteger la identidad de las personas entrevistadas, todos los nombres son ficticios. El documento está disponible aquí.