Los/as alborotadores/as armados supremacistas blancos/as rompían ventanas, saqueaban oficinas y llevaron la bandera confederada en el Capitolio porque sus candidatos habían perdido. La policía de la supremacía blanca puso en evidencia su política, su lealtad y su hipocresía. Los/as congresistas de la supremacía blanca apoyaron los intentos de anular una elección democrática o, de repente, hicieron declaraciones de sorpresa (¡de sorpresa!) sobre el comportamiento de sus partidarios/as. Y el presidente de la supremacía blanca, Donald Trump, que había mentido sobre las elecciones que había perdido, mintió un poco más, incitó a sus partidarios a la violencia, y dijo de ellos que eran "muy especiales" una vez que se habían producido los destrozos.
SACAR A TRUMP
No podemos arriesgarnos a que Trump esté en el poder un día más: o el vicepresidente o el gabinete de Trump invocan la Enmienda 25 o el Congreso debe intervenir para destituirlo y sacarlo inmediatamente de la Casa Blanca porque no es apto para el cargo, representa un peligro para nuestro país y es capaz de crear un caos aún más desesperado en los días que le quedan en el cargo.
A lo largo de toda su carrera, Trump ha incitado a la violencia racial y ha envalentonando a los/as supremacistas blancos/as, desde pedir la pena de muerte para los adolescentes negros condenados erróneamente en el caso de la corredora de Central Park o impugnando el certificado de nacimiento del presidente Obama, pasando por llamar "violadores" a los mexicanos cuando anunció su candidatura o casi todas las políticas que ha promulgado y las medidas que ha tomado como presidente, hasta los hechos de ayer, induciendo directamente a la violencia, dando instrucciones a sus partidarios para desfilar por la Avenida Pennsylvania y dirigirse al Congreso en una demostración de "fuerza", y diciéndoles "los queremos", después de que hubieran cometido actos de violencia y hubieran tomado el edificio del Capitolio.
En los próximos días y semanas nos dirán que nuestro país no es esto, pero, muy al contrario, esto es exactamente de lo que siempre ha sido nuestro país. Estados Unidos es un país cuya fundación, historia y políticas internas y externas se basan en la supremacía blanca, algo que ha demostrado ser especialmente cierto en la complicidad y colaboración de la policía.
COMPLICIDAD POLICIAL
Comparemos el trato desigual por motivos racistas de la policía y otras fuerzas del orden a las personas que se manifestaron pacíficamente en apoyo del Movimiento por las Vidas Negras (BLM) el pasado verano –balas de goma, gases lacrimógenos– con el trato que dieron a los/as matones/as blancos/as armados/as que irrumpieron ayer en el Capitolio: abrieron las puertas, permitieron entrar a personas que habían roto ventanas y puertas con armas y bombas y dejaron las patrullas sin personal, tal como se grabó en vídeo.
No son solo las personas manifestantes del BLM quienes reciben este trato tan distinto: véanse las protestas por la sanidad en las que la policía del Capitolio detuvo a personas discapacitadas, sacó a algunas de ellas de sus sillas de ruedas, así como las protestas de la DACA de mayo de 2018, en las que se detuvo a decenas de activistas que participaban en una sentada en las oficinas de sus representantes. La policía del Capitolio mató a una mujer negra, Miriam Carey, por hacer una vuelta en U con su vehículo ante un puesto de control.
Quienes detentan el poder no se toman en serio las amenazas explícitas de la violencia supremacista blanca y reservan sus métodos brutales para las personas manifestantes negras, mestizas, indígenas y LGBTQIA+ y sus aliados/as. Esto no quiere decir que la policía deba utilizar esos métodos también contra los/as supremacistas blancos/as. Los videos y fotos de ayer, en los que aparece la policía colaborando con las personas manifestantes para facilitar la violencia nacionalista blanca deberían servir para reactivar el debate sobre el desfinanciamiento y la desmilitarización de las fuerzas del orden y para recordarnos que su trabajo no es y nunca ha sido proteger nuestra seguridad. Desde el principio, la función de las fuerzas del orden en este país fue proteger la esclavitud y devolver a las personas que habían escapado a manos de quienes las esclavizaban. La policía cuenta con una larga historia de permisividad, estimulo e incluso participación en los disturbios violentos de la supremacía blanca, entre otros, en relación con violentos golpes para derrocar un gobierno elegido democráticamente (véase Wilmington, Carolina del Norte, 1898).
Estas décadas de asesinatos y violencia policial contra la población negra, discapacitada, de género no normativo y nativa se han cometido con impunidad, con el beneplácito del Estado. Han servido fundamentalmente para empoderar a la supremacía blanca y fomentar un ambiente en el que las personas blancas piensan que ellas mismas deben "corregir" violentamente una situación en la que ven un cambio de poder –o una elección– que no las beneficia.
LA ETIQUETA DE TERRORISTA
Hay quien querrá llamar terroristas a los/as partidarios/as de Trump de ayer, pero debemos utilizar esa etiqueta con precaución. Aunque es necesario señalar la hipocresía que supone que la disidencia, las perturbaciones y la acción política de la población musulmana y negra se califique automáticamente – y sin el cuidadoso análisis de palabras que vemos en estos momentos– como "terrorismo", la misma crítica vale en ambos casos: el término solo sirve para avivar el miedo y justificar que se aumenten los presupuestos y se perfeccionen las herramientas de represión (listas de vigilancia, legislación antiterrorista, presupuestos de los grupos de trabajo) que, en última instancia, hemos visto desplegar históricamente con intensidad contra la población negra y mestiza. Esas herramientas siempre se volverán en contra de nuestras comunidades.
AVANCES NEGROS, REACCIÓN BLANCA
El presidente electo Joe Biden afirmó que se trataba de un “pequeño grupo de extremistas” y otras personas dijeron “esto no es lo que somos”, “son algunas manzanas podridas”, y “los americanos pueden conseguir cualquier cosa cuando se unen”. Acogerse de este modo al excepcionalismo de EE.UU. es peligroso porque se trata precisamente de esto, de una excepción, ante el fracaso que suponen siglos de represión y explotación por parte de la supremacía blanca. A lo largo del día las crónicas hablaban de que era algo que cabría esperar que ocurriera en Venezuela o Colombia o Bolivia, pero no aquí.
Sin embargo, Trump ha alimentado y permitido la represión y los ataques contra las personas disidentes, defensoras de los derechos humanos, periodistas y comunidades vulnerables en todo el mundo, y Estados Unidos tiene un largo legado de desestabilización ilegal de las naciones del Sur Global a través de medios violentos como los intentos de golpe de Estado. El excepcionalismo permite justificar innumerables intervenciones en el extranjero, incluso en procesos electorales de otros países, y mantener una narrativa vaga y triunfalista sobre la historia de los Estados Unidos, en la que se destaca a Lincoln, el movimiento de derechos civiles y la elección del presidente Obama, pero se omite siempre la reacción virulenta de la supremacía blanca, que va desde la violencia popular y policial hasta los esfuerzos redoblados por privar a la población del derecho de voto. Las reconfortantes trivialidades sobre manzanas podridas nos ciegan ante la existencia de esta historia y de estas fuerzas, cuando ya va siendo hora de enfrentarnos abiertamente a ellas.
Esta semana es un microcosmos de esa historia: una exitosa movilización de la población negra y aliada a favor de la libertad y el poder, seguida de violencia supremacista blanca inspirada por un demagogo que saca beneficio político y económico del hecho de fomentar y aprovecharse del profundo racismo del país y unas élites que miran hacia otro lado, pasan página y tratan de volver a la normalidad. Mientras el mundo avanza hacia un futuro mejor, se deja a las comunidades negras con el daño de lo que ha ocurrido hoy. Los hechos de ayer deberían dejar claro que es necesario profundizar, reconocer que no somos excepcionales, reparar la democracia y desmantelar la supremacía blanca.
El día comenzó con la alegría y la emoción de la elección del primer senador negro de Georgia, un estado confederado, gracias a un ingente trabajo organizativo liderado por mujeres negras y una participación sin precedentes de votantes negros/as a pesar de los grandes esfuerzos desplegados para impedirles votar. Terminó con imágenes del personal negro del Capitolio teniendo que limpiar los daños causados por los/as supremacistas blancos/as, mientras los/as racistas violentos/as se tomaban tranquilamente unas cervezas en los bares de sus hoteles. El Movimiento por las Vidas Negras (BLM) lo dijo claramente: cuando ganamos poder, esperamos resistencia. Incluso mientras los supremacistas blancos y sus elementos de apoyo se aferran desesperadamente al status quo, el cambio está llegando.