La mortífera política de Europa en el Mediterráneo

En algunos años el Mediterráneo ha pasado a ser la ruta migratoria más letal del mundo. De las 5 400 personas fallecidas en las rutas del exilio en 2015, 3 700 perecieron en este mar convertido en cementerio. A pesar de las labores de búsqueda y salvamento de varias ONG, el año 2017 se anuncia mucho más mortífero: más de 2 000 personas migrantes han muerto durante la primera mitad del año, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). En total, de las 75 000 personas que han intentado cruzar en los últimos seis meses, se han registrado 2 072 fallecimientos. Además, la tasa de mortalidad aumentó en un 2,7 %, triplicando así la cifra de 2015 para un número similar de migrantes.

Texto del Foro Tunecino por los Derechos Económicos y Sociales (FR) (FTDES - Túnez) por Reem Bouarrouj, del área de investigación sobre migración.

Todos los informes elaborados por distintas ONG (MSF, Amnistía, OXFAM) demuestran que la situación en Libia es catastrófica. El terror del que hablan la mayor parte de las personas migrantes es peor que el que habían vivido en su propio país en guerra, ya sea Siria, Yemen o Nigeria. “Ustedes no pueden ni siquiera imaginar, ni tan siquiera se puede describir lo que ocurre allí, es horrible, es peor que el infierno.” Estas personas han sufrido toda clase de torturas, de violencias... y tendrán secuelas psicológicas y con frecuencia también físicas de por vida.

Sin embargo, en lugar de actuar para salvar vidas y ofrecer protección, Europa, que pretende inscribir sus fundamentos en una dimensión humanista, se erige como una fortaleza difícilmente alcanzable y ve morir a sus puertas a numerosas personas migrantes, la mayoría procedentes de las zonas actuales de conflicto.

De este modo y sin reparo alguno da prioridad a peligrosos acuerdos con Libia, un país inestable y sin un verdadero Gobierno, en un intento desesperado por impedir que las personas refugiadas y migrantes alcancen las fronteras de la UE. Los estados de Europa también van dando la espalda gradualmente a la estrategia de búsqueda y socorro que reducía la mortalidad en el mar. Roma podría impedir a una parte de las personas migrantes irregulares el acceso a costas italianas, lo que obligaría a sus vecinos del Mediterráneo a acogerlas directamente por primera vez. Paralelamente, asistimos a una ola de acusaciones contra las ONG de socorro marítimo, porque su presencia “simplificaría la labor de los traficantes”. Se trata también de apostar por los guardacostas libios, a pesar de la enorme desconfianza que generan, estos mismos guardacostas que dispararon contra las misiones de salvamento de las ONG en aguas internacionales. Además, Libia anuncia la creación frente a sus costas de una zona de cerca de cien millas donde se prohíbe a las embarcaciones extranjeras llevar a cabo operaciones de búsqueda y salvamento, salvo autorización, especialmente a las ONG que patrullan las aguas de Libia para socorrer a las personas migrantes, sin tan siquiera esperar la aprobación de la Organización Marítima Internacional. El resultado de toda esta agitación ha sido la suspensión de las operaciones de búsqueda y salvamento marítimo por parte de tres embarcaciones:

  • El 2 de agosto, las autoridades italianas detuvieron a la embarcación Iuventa de Jugend Rettet. Se acusa a sus responsables de “favorecer la migración clandestina”.
  • El barco Prudence, de Médicos Sin Fronteras, una de las que tiene una mayor capacidad de acogida, ha suspendido su misión por razones de seguridad.
  • La embarcación Sea Eye también ha suspendido su labor por razones de seguridad.

Asimismo, la ONG española Proactiva Open Arms anunció el 15 de agosto que el equipo de su barco Golfo Azzurro había tenido una confrontación con los guardacostas libios en aguas internacionales.

Así pues, ¡la situación es desastrosa! La inseguridad reinante en las aguas internacionales del Mediterráneo puede llevar a otras ONG a interrumpir sus misiones de salvamento, lo que causará un aumento de las muertes en el mar Mediterráneo y no la disminución del número de salidas desde las costas de Libia. Puesto que, contrariamente a lo que pretende Europa, estas ONG de salvamento no generan un “efecto llamada”, ya que la migración no depende de que se abran o se cierren las fronteras. De hecho, el proceso migratorio es mucho más complejo y la situación de las fronteras solo tiene un impacto marginal en la decisión de las personas de marcharse o quedarse.

Paradójicamente, la apertura de las fronteras podría disminuir el número de personas migrantes, ya que una parte de ellas querría volver a su lugar de origen si tuvieran la posibilidad de acogerse a un sistema de migración circular, una migración legal de trabajo.

Esta política cada vez más restrictiva causará, además del aumento de las muertes en el Mediterráneo, que se envíe a Libia a las personas migrantes socorridas por efectivos de este país, donde a menudo se las interna en centros de detención y se las tortura, en un estado donde no existe derecho de asilo ni otras medidas de protección. De este modo se las expondrá a muchos peligros tanto en tierra como en el mar, sin esperanza alguna de socorro ni de llegar a buen puerto.

Asistimos a una de las mayores tragedias del milenio sin poder hacer mucho, puesto que la vida humana depende de retos políticos. Ya solo se considera estas muertes como cifras en los informes y no como seres humanos que tenían una vida, una familia y sueños.

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