Intervención de Natalia Chanfreau en Acto Facultad de Filosofía

Pero pese a mis intentos, no recuerdo haber tenido otro papá que el
desaparecido. Siempre fue así. Con todo lo que eso implica, con la espera
conciente e inconciente, racional y no racional, con la duda permanente y una
duda que no tiene que ver con la racionalidad humana si no todo lo contrario:
tiene que ver con una duda de guata, de corazón, con una secreta remota
esperanza de que lo encuentren, de encontrarlo yo. Normalización de la
desaparición. ¡Como si esto en realidad fuera posible!

Pero no soy sólo yo, hasta el día de hoy debemos enfrentarnos a una sociedad
que funciona como si esto no hubiese pasado. Son contados con los dedos de una
mano los lugares que han sido identificados como sitios de memoria; sabemos de
muchas casas de tortura, pero cuantas han sido oficialmente entregadas para
cumplir esta misión de visibilizar. Cuantos son los lugares que nos quedan aun
por identificar, tal vez simplemente con una plaquita que diga: aquí durante
dos días, tres meses, años se torturó. Pero que se visibilice no sólo el horror
sino también a sus victimas, en todas sus dimensiones. Cada vez que vengo a
esta facultad me detengo un segundo frente al mural, ellos, esos nombres eran
parte de esta Facultad, de esta Universidad al igual que muchos de ustedes y si
bien no recorrían estos mismos pasillos, eran de acá, eran como cualquiera de
nosotros y los hicieron desaparecer; es increíble como esta normalización
también los/nos hace desaparecer. Hay cosas cotidianas tan simples en que
negamos y nos niegan nuestra historia, puede ser un detalle pero ¿han visto
ustedes en algún formulario, de los miles que tenemos que llenar a lo largo de
nuestras vidas, que incluya la opción de desaparecidos?

Finalmente, por opción o por obligación tenemos que darle normalidad, y debo
decirles que se puede, que uno logra moverse por el mundo como si esto fuera lo
más normal de la vida. Normal… hasta que el peso real de la desaparición cae
nuevamente sobre nuestros cuerpos y nos hace pedacitos, y nos volvemos a
preguntar como manejar tanto dolor, como manejar tanta impunidad cotidiana.
Pero finalmente logramos salir nuevamente a flote y normalizamos nuestras vidas
y logramos sentir que en realidad si podemos con esto, y que finalmente hemos
desarrollado nuestras vidas más o menos como cualquiera persona que nos rodea y
somos felices y jugamos con nuestros hijos, sobrinas, y tenemos vidas
cotidianas como cualquiera y en cierta medida volvemos a asumir tener padres
desaparecidos y ejecutados como si fuera lo más normal del mundo, por lo menos
la mayoría, otros como Luciano1 no pueden y se nos
van…

Otro elemento que me gustaría compartir con ustedes es el de las memorias
prestadas, el ejercicio de reconstruir sus vidas, y por ende la propia historia
negada. Darle cuerpo y vida a un padre ausente, no por opción propia, no por
accidente sino por política de Estado, el Estado de Chile, las fuerzas armadas,
la DINA. Memorias prestadas de otros que gentilmente las comparten, y tratan de
hacerlas nuestras, que tratan de transmitirnos voces, colores, entre otras
tantas cosas. Qué difícil se hace preguntar. ¿Quién soy yo para hurguetear
memorias ajenas, remover recuerdos, dolores… entonces mejor leo para no
importunar a nadie, pero no hay nada escrito sino tortura, cada vez que busco
me encuentro con tortura pero ya me armaré de valor y empezaré a pedir
prestadas las memorias, a recolectar imágenes contadas que me permitan armar un
padre presente dentro de esta tremenda ausencia.

Y de éstas memorias, les puedo contar que mi papá era lindo, de ojos lindos,
de un color claro que no logro bien configurar, ( a pesar de los esfuerzos de
mi madre por tratar de trasmitírmelo) de una voz particular, alto, estudioso
aunque no siempre de las materias formales de la carrera, militante, hijo
regalón, compañero… ya tendré más cosas que contarles…o tal vez ustedes a
mí…

Finalmente, aunque no menor es la sensación de impotencia frente a la
impunidad, frente al silencio. Ahí radica para mí, la importancia de este
juicio. La posibilidad de visibilizar el tema, de, en cierta medida volver a
darle existencia los que ya no están, a los desaparecidos, los ejecutados, a
Jorge Klein, a Etienne Pesle, a Jean Yves Claudet, a mi papá, a todos aquellos
a los que incluso se les negó la existencia, ir a golpear puertas buscando y
recibir por respuestas que esas personas no existen, que nunca han existido,
hoy después de 34, 35 años, se les reconoce una vez más la existencia. Por
visibilizar también a los que sobrevivieron, directa o indirectamente, a toda
una generación que participó en un proyecto de país distinto. Este juicio
también tiene que ver con volver a darle cuerpo a lo que han sido nuestras
vidas y con nuestras me refiero a todos, a los que estamos acá hoy día, más
allá de nuestras edades y experiencias de vida, cuando digo nuestras vidas me
refiero a Chile entero, que ha sido y seguirá estando marcado por lo que fue la
dictadura, por lo que representa hoy la dictadura en cada una de nuestras
vidas, por lo que han sido todos estos años de impunidad, por lo que será en la
vida de mis hijos y en todos los que crecen y crecerán en este país, es un
tremendo llamado de atención respecto de lo que pasa aquí en Chile. No puede
ser que las condenas sean tan bajas, no puede ser que tengan derecho a algún
tipo de beneficio, no puede ser que los juicios se alarguen por años y años sin
avances significativos en la mayoría de los casos, no puede ser que este país
se haga el sordo y ciego frente a lo que esto significa. Esto es un llamado de
atención a cada uno de nosotros a no bajar la guardia, a no olvidar. Verdad y
Justicia ahora, no a medias, no por partes, sino toda, nada más ni nada
menos!

Natalia Chanfreau Santiago, 16 Abril 2008

1 Luciano Carrasco, hijo de José Carrasco Tapia,
detenido en su presencia y luego asesinado en 1986 por la CNI, se suicida a la
edad de 31 años, en 2002

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